miércoles, 4 de septiembre de 2013

Leaving bridges behind.

Sinceramente, en ningún momento pensé que llegaría la ocasión en la que escribiese o dejase algún tipo de constancia de esto, nunca. Ni siquiera llegué a imaginarlo, puesto que me parecía tan improbable como lejano. Imposible para mi.

Hay fases en nuestras vidas en las que no podemos evitar un mínimo momento de reflexión, el desarrollar un torrente de sentimientos hacia algo o alguien, echar un vistazo al pasado para intentar vislumbrar nuestras propias huellas, buscando reconocernos en ellas. Pero las personas cambian. Todos cambiamos. Yo también.

Y poco a poco, esas huellas en las que buscábamos a la persona que fuimos, esa que tenía unos pensamientos, sentimientos y visiones distintas, van quedándose cada vez más borrosas por la nieve que les cae encima. Pero es algo natural, es el cambio que debe suceder, es lo que nos convierte en quienes somos y lo que nos define cada vez más.
El pasado queda atrás. Y venga lo que venga, ocurra lo que ocurra, jamás cambiaría nada de lo que ha sucedido a lo largo de mi vida. No por ello quiere decir que no me gustaría, pero personalmente, eso significaría perder una parte de quien soy. Significaría dejar voluntariamente que mis huellas se borrasen aun más. Conservo conmigo todo lo pasado, todos los pensamientos y las reflexiones, los sentimientos que no quiero olvidar aun cuando ya no los siento. Lo guardo todo dentro de mi para, alguna que otra vez, mostrarlo, recordarlo.

Por quien soy y por todo lo que está por venir.



No hay comentarios:

Publicar un comentario