Esperaste largo tiempo, no traicionaste tus sentimientos, tu manera de ser, no te abandonaste a ti mismo. Pero esa chispa, esa luz que perseguías y que creías que te aportaría todo y cuanto buscabas, deseabas y necesitabas, se apagó.
Es inevitable derrumbarse cuando aquello que ha sido objeto de lo que te mantenía de pie día tras día se aleja hasta tal punto de rozar lo irreconocible. Todo cae. Tú caes. Todo se pierde. Tú te pierdes.
Pero, poco a poco, muy lentamente, vuelves a darte cuenta de que aun queda mucho por hacer. Mucho por construir, destruir, rehacer, derrumbar y volver a crear. Aquello que creías que jamás volverías a tener el placer de experimentar, reaparece.
Y, poco a poco, muy lentamente, renaces.
Porque siempre queda algo, alguien por quien volver a ser quien fuiste. Alguien por quien seguir luchando.
Siempre queda un roce. Una caricia. Una sonrisa. Siempre.

No hay comentarios:
Publicar un comentario