martes, 3 de junio de 2014

Blue firmament

A través de la amplia y enorme cristalera panorámica se extendía el vasto y profundo espacio. Atrapadas en un ciclo sin fin, millones de estrellas iluminaban la inmensa negrura de aquel abismo siempre en expansión, más allá del tiempo. Los astros, algunos tan cercanos y otros tan separados, vagaban sin rumbo como buscando una pieza que les faltase en su interior. La esencia misma de todo lo existente se perdía en el firmamento.

Aquel paisaje le relajaba, a pesar del sentimiento de inferioridad que normalmente hacía presa de cualquiera al contemplarlo. Era únicamente semejante a una mota de polvo en aquel espacio, pero no parecía importarle.
A veces podía pasar horas perdido en sus propios pensamientos frente a aquella "maravilla personal", como le gustaba llamarlo. Y esta era una dichas ocasiones.
La respiración calmada, las manos apoyadas en la barandilla que se extendía entre él y el cristal, los ojos ligeramente entrecerrados. Tantas cosas habían acontecido. Tanto se había perdido y tan poco se había ganado.

De repente, algo cambió en la estancia mientras las estrellas más cercanas se perdían y otras aun más lejanas reaparecían a lo lejos, en un bucle sin final, al mismo tiempo que la nave avanzaba lenta pero inexorablemente. No le hacía falta girarse para comprobar que, efectivamente, no se encontraba solo.
Solo aquella presencia contaba con la capacidad de convertirlo todo en un caos absoluto, de hacer que todo pareciera aun más pequeño de lo que realmente era, de hacerle sentir extraviado y desorientado. Pero, a su vez, en contra de toda lógica, también era capaz de otorgarle la paz que necesitaba, de hacer que todo pareciera único en sus manos, de hacerle sentir en el lugar en el que debía estar.
No le hacía falta girarse para comprobar de quien se trataba, pero sí lo necesitó como el respirar. No para tener la certeza de encontrarse exactamente a la persona que esperaba, puesto que ya sabía que se trataba de ella, sino para perderse en sus ojos. Unos ojos perfectamente normales para todos los demás. Para él, los únicos capaces de hacer frente al mismísimo universo.

Embrujado por aquella mirada, y respondiendo de igual manera a una tímida sonrisa, alargó el brazo hasta que sus manos se encontraron. Todo se teñía de un tono azulado a causa de las estrellas fulgurantes que danzaban en el exterior.
Ambos acercaron sus rostros hasta que sus frentes estuvieron en contacto. Y entonces, con los ojos cerrados, ya nada más importaba. Todo podía acabar en aquel momento. Podían esfumarse generaciones y generaciones hasta desaparecer, hasta que todo quedase olvidado, perdido en una memoria incapaz de recordarlo. Pero ellos, sin embargo, jamás podrían olvidar aquel momento.

Permanecieron así unos minutos hasta volver a abrir los ojos, los de uno frente a los de otro.
Se separaron aun cogidos de las manos para contemplar todo cuanto se extendía ante ellos, pues nada tenía más sentido que la existencia del uno para el otro. Nada, incluso más allá del espacio y del tiempo.





No hay comentarios:

Publicar un comentario