A veces, si nos paramos a pensarlo, la mayoría de las veces, llegamos a un punto en el que se nos presenta la oportunidad de hacer algo distinto. Algo completamente distante de a lo que estamos acostumbrados. En ocasiones, incluso algo que nos parece imposible, que de primeras nos da miedo o simplemente que nos parece muy difícil como para que nosotros mismos seamos capaces de hacerlo.
Los días van y vienen, siempre iguales. Abres los ojos, compruebas que tus signos vitales siguen funcionando correctamente, que puedes respirar y sigues vivo y te levantas de la cama. Asomas la vista por la ventana y lo único que ves es un cielo completamente igual al del día anterior, con las mismas nubes lanzando las mismas amenazas a base de posibles gotas de lluvia. Nada nuevo, quizá.
Hay días que las gotas de lluvia pesan más que otras veces. Días en los que, no sabes por qué razón, conduces de una manera completamente diferente a los demás, más aletargado, más alejado de la realidad. O quizá todo lo contrario. Quizá estás demasiado despierto y eso es lo que te extraña.
Te das cuenta de que absolutamente todo lo que has vivido anteriormente es el resultado de que, en ese preciso momento, estés conduciendo hacia un determinado lugar, mirando, leyendo, escribiendo alguna cosa. Pensando en algo o en alguien. Todo ha sido fruto del tortuoso camino que has ido siguiendo a través de las decisiones tomadas a lo largo de tu vida. Algunas más fáciles, otras más difíciles.
Respiras hondo cuando todo esto se reproduce y tamborilea en tu cabeza, probablemente para lo que queda de día.
Sabes entonces que tanto tu cuerpo como tu mente te piden parar. Te ordenan parar.
Te detienes en un arcén, en medio de ninguna parte, simplemente perdido dentro de ti mismo. Bajas del coche y te tumbas sobre el salpicadero. Vuelven los pensamientos a tu cabeza, los mismos que te han impedido avanzar y, en ese momento, te das cuenta con la misma facilidad de que, solo quizá, no sea tan difícil llegar a ese objetivo imposible.
En ese momento sabes que no eres quien eras. Que no eres quien serás. Que eres quien eres. En ese momento. Ahí. Tirado encima del coche mirando las nubes.
A veces necesitamos parar. Puede que porque estemos cansados o porque simplemente lo necesitemos.
A veces necesitamos que alguien nos diga un "eh, sé que tú puedes hacer esto, así que adelante".
No soy una persona que pueda definirse a si misma por su valentía, ni por su ingenio, ni por su arrojo.
Simplemente mantengo en mi cabeza que no se ha acabado hasta que no estás bajo tierra.
Soy alguien acostumbrado a pararse en el arcén de una carretera. A esperar al momento adecuado para llevar a cabo eso tan imposible, tan difícil.
Alguien que sabe que quiere hacerlo porque sabe la importancia que tiene para mi.
Y de repente, no importa si llueve, si es de noche o de día, si las nubes cubren el cielo o si el viento te obliga empujar tu cuerpo hacia delante.
Todo lo que has vivido, tus decisiones, tu experiencias, te han situado ahí.
Y sabes que tú y solo tú eres quien es capaz de hacer posible lo imposible.
¿Por qué iba a ser difícil? ¿Por qué no ibas a poder?
